La obra de Joaquim Sunyer es una excelente muestra del novecentismo catalán, llegando incluso a ser considerado el mejor representante de este movimiento artístico, a pesar de no haber participado en sus inicios. En este post te contamos más sobre la obra de Joaquim Sunyer, un pintor novecentista que debes conocer.
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Joaquim Sunyer, pintor insignia de la catalanidad
Las primeras obras de Joaquim Sunyer, que se formó junto a Isidre Nonell y Joaquim Mir en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, eran de trazos simples y de gran claridad.
Como muchos de los artistas de su generación, Sunyer marchó a París en 1896, donde su estilo modernista se transformó. Además, el acercamiento a algunos artistas nabis también le influenció.
Los nabis, que buscaban devolver al arte su carácter espiritual, estaban influenciados por Paul Gauguin y les interesaba tanto el exotismo de las culturas lejanas como la vida cotidiana de la burguesía, además de dar gran importancia al color como transmisor de emociones y de estados de ánimo.
En París, Sunyer conoció a Pablo Picasso, a Manolo Hugué y a Arístides Maillol. A partir de este momento empieza a utilizar la técnica del pastel y el óleo, y sus obras empiezan a mostrar escenas de la vida popular y trabajadora, así como interiores intimistas, del barrio Belleville de París. Su estilo aún era vacilante, con algunos factores postimpresionistas.
Joaquim Sunyer también conoció a Pierre-Auguste Renoir, con quien mantuvo largas conversaciones y cuyos desnudos femeninos tuvieron una fuerte influencia en sus pinturas.
A su regreso de París, en 1910, su estilo había perdido las influencias postimpresionistas y había evolucionado hacia un mediterranismo sobrio, caracterizado por el uso de temas mediterráneos y las figuras de canon simplificado, influencia de Cézanne.
Su exposición individual en la galería Faianç Català, en abril de 1911, supuso una gran revelación que cambió el rumbo de la pintura catalana, situando a Sunyer como representante destacado de la misma.
Con motivo de la exposición, Joan Maragall, uno de los intelectuales más escuchados del momento, publicó un apasionado elogio en la revista Museum, lo que consagró la pintura de Sunyer como el emblema de la nueva catalanidad.
A partir de este momento Sunyer fue considerado uno de los exponentes más destacados del novecentismo catalán, aún sin haber participado de sus inicios, ya que sí compartía su filosofía en tanto que reacción a la frivolidad del modernismo tardío.
Mantuvo un taller en Barcelona y otro en París, y cuando estalló la Guerra Civil se exilió a Francia, de donde no regresó hasta 1941. Murió en 1956.
Su obra puede admirarse en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, en el Museu Nacional d’Art de Catalunya y en el Centre Pompidou de París.
Joaquim Sunyer, tres obras destacadas
Mediterráneo, 1910-1911
Estamos ante una de las obras fundacionales del movimiento del novecentismo pictórico. Fue una de las piezas destacadas de la exposición individual de Sunyer de 1911, en la galería Faianç Català, que le supuso el entusiasmado elogio de Joan Maragall que consagró su obra.
Hasta este momento, las obras de Sunyer respondían a los principios del postimpresionismo, pero con esta obra Sunyer viró inesperadamente. Esta visión idealizada del Mediterráneo se inspiró en Cézanne, resultando tan serena y sencilla que se sitúa cerca del ingenuismo.
El título de la obra es una clara muestra de la importancia del Mediterráneo para el novecentismo, que no dejó de reivindicarlo desde entonces.
Cuando, poco después de presentarla en Barcelona, Sunyer expuso la obra en Munich, la tasó al precio más alto y, posteriormente, la conservó siempre en su colección particular, lo que muestra el valor emotivo que tenía para él.
Retrato del pintor Cano, 1916
Tras unos años en los que pintó básicamente paisajes, Sunyer retomó en 1916 el género del retrato, realizando los retratos más relevantes y personales entre los años 1916 y 1919. En ellos alternaba dos lenguajes: uno más realista, de gamas cálidas, que tramite la ingenuidad de los primitivos italianos, y otro que, tanto por el planteamiento compositivo como por el tratamiento del color, es más cercano a Cézanne.
Retrato del pintor Cano es un ejemplo del retrato compositivo cercano a Cézanne, por la manera de representar al personaje -de medio cuerpo, sentado, con una pipa en la mano- y por los recursos utilizados en el fondo de la composición, para potenciar la figura.
Sunyer usó una gama cromática de tonalidades frías, con un especial énfasis de los azules y los grises.
En cuanto al personaje retratado, se trata del pintor y dibujante Manuel Cano, amigo de Sunyer.
Desnudo en el campo,1925
Esta es una obra típicamente novecentista, que Sunyer presentó en una exposición individual en Bilbao, en 1925. Es uno de los mejores desnudos de Joaquim Sunyer, que evoca un mundo ingenuo, transmitiendo naturalidad y sencillez. El desnudo femenino, contundente pero sin pasión sexual ni erotismo, es una constante en su obra.
La protagonista de Desnudo en el campo, que tiene lugar en un entorno natural, se muestra entera, sin disimulo ni pudor, a diferencia de otros desnudos de Sunyer, como Desnudo sentado sobre una roca, de 1919-1920, Desnudo en la montaña, de 1920 o Desnudo en un bosque, de 1923, en los que las figuras tienen sobre el sexo ramas u hojas que lo ocultan, recurso forzado que pudo ser exigencia del comprador.
Ahora que ya conoces un poco más sobre la obra de Joaquim Sunyer, pintor novecentista, esperamos que este post haya despertado tu curiosidad por las creaciones de este gran artista, excelente representante de la pintura catalana de inicios del siglo XX.
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