Velázquez no tenía ni veinte años cuando pintó Vieja friendo huevos (1618), una de sus obras más conocidas. El artista más reconocido del Barroco español y pintor de Las Meninas (1656), entre muchas más obras, empezaba precozmente su carrera artística en su Sevilla natal, exhibiendo una mirada privilegiada para encontrar la belleza en lo cotidiano.

Vieja friendo huevos. Fuente: National Galleries of Scotland
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Los inicios del artista
Velázquez se formó en Sevilla en el taller del pintor Francisco Pacheco, en el cual ingresó a los diez años de edad. En 1617 pasó el examen del gremio de pintores y abrió su propio taller.
Fue en la producción de esa época cuando empezó a mostrar una gran sensibilidad por el tratamiento del claroscuro y la representación objetiva de la realidad.
Tanto Vieja friendo huevos como El aguador de Sevilla (1620) comparten dichas características y forman parte de una fructífera serie de bodegones. Este género, que en la época no disfrutaba de gran popularidad en el mundo del arte, fue cultivado por Velázquez, quien lo dignificó y demostró su valía para retratar la vida de su alrededor de forma naturalista.
Un día en la cocina
Vieja friendo huevos es una obra que muestra una escena cotidiana en una cocina. La protagoniza una mujer de avanzada edad vestida con un pañuelo y ropajes humildes, rodeada de utensilios representados con un extraordinario detalle. La mujer sujeta un huevo en una mano y un cucharón de madera en la otra, y se encuentra en el proceso de freír más huevos en la cazuela que tiene delante. Tiene la mirada perdida y se encuentra como suspendida en el instante que Velázquez caza al vuelo.
El otro personaje de la obra es un muchacho joven que lleva un melón en un brazo y sujeta una botella en la otra. Al estar en un plano más alejado de la centralidad de la escena, ocupada por la mujer y la cazuela, el muchacho parece salir de la penumbra de la estancia y su cara muestra un trabajado juego de sombras. Del mismo modo que la mujer, también parece estar suspendido en el tiempo, con un semblante serio y digno.
Con el ejemplo de la representación del muchacho, de la estancia oscura y de los objetos que completan la escena, como el cesto de mimbre colgado de la pared o los cucharones metálicos atados a la columna de madera, Velázquez demuestra su talento para la técnica del claroscuro popularizada por Caravaggio. El artista utiliza una limitada gama cromática basada en ocres, igual que en otras obras de la época como Cristo en casa de Marta y María (1618).

Detalle de la cara iluminada del muchacho, que destaca entre la penumbra de la estancia. Fuente: National Galleries of Scotland
Fascinación por lo cotidiano
Con sus bodegones y representaciones de escenas de taberna o la misma Vieja friendo huevos, el artista barroco demuestra su deseo de representar con la máxima objetividad lo cotidiano, lo doméstico, incluso lo mundano. La obra no muestra ninguna escena extraordinaria pero, sin embargo, se caracteriza por una gran belleza y expresividad y muestra una técnica del tenebrismo muy trabajada.
El joven Velázquez, en lugar de representar miembros de la nobleza o de la Iglesia, buscó inspiración en la vida de las personas más humildes de la sociedad de la época. No solamente es innovador su trato naturalista de las escenas cotidianas; también lo es el dar protagonismo a una cocinera. Desde un punto de vista de género, al representar una mujer mayor trabajadora también dignifica a tantas otras como ella, casi siempre relegadas a la invisibilidad.
Vieja friendo huevos es un testimonio histórico de la vida a principios del siglo XVII, una vida alejada de esplendores y riquezas en la que el artista sevillano supo encontrar y expresar dignidad y belleza.
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