Pablo Picasso viajó a Horta de Sant Joan en 1898, cuando tenía tan solo 15 años, con motivo de una grave enfermedad que padecía. Allí se recuperó durante todo un año, mientras se dejaba encantar por el paisaje rústico. Para Picasso fue un viaje muy importante para su formación como artista, ya que viajó dos veces a este poblado para pintar sus primeras obras.
En este post te explicamos la importancia de Horta en la obra de Pablo Picasso, donde, según sus palabras, experimentó sus “emociones más puras”.
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Estancia en Horta
En 1898, Pablo Picasso sufrió una terrible escarlatina y se trasladó a Horta de Sant Joan, en la casa de verano de su amigo Manuel Pallarés. Durante su estancia en el pueblo, Picasso se distanció del academicismo y se dispuso a pintar el paisaje rural que lo rodeaba. Junto con Pallarés, pasaron un tiempo en la zona boscosa de Els Ports, en una cueva que servía de refugio para los pastores, que se convirtió en su taller particular. Poco a poco fue recuperando la salud, y de regreso a Barcelona, se unió a la formación de artistas Els Quatre Gats.
El verano de 1909, Pablo Picasso volvió a Horta como pintor de renombre, acompañado de su pareja Fernande Olivier (1881-1966). Las ropas de esta mujer y su cámara de fotografía causaron sensación en la localidad. En esta época, sin embargo, se alejó completamente del estilo pictórico tradicional y se centró en el cubismo. No volvió más a este lugar, pero siempre lo recordó como su paraíso para su formación como artista.
En 1969 fue declarado hijo adoptivo del pueblo y en 1992 se inauguró el Centre Picasso d’Horta, donde se albergan algunos de sus apuntes, fotografías y obras durante sus estancias.
Cuadros de formación
Picasso pintó más de 70 cuadros durante su primera estancia, y llegó a realizar dibujos, óleos y cuadros de grandes dimensiones, como Un patio en una casa de Aragón (1899), que fue presentado en la Exposición General de Bellas Artes de Madrid. En general, estos cuadros representan escenas idílicas, cálidas y rurales, muy luminosas y coloridas, con una predominancia de los colores típicos del campo. En ellos se ven representados jornaleros, animales, procesiones y elementos de la vida cotidiana.
No obstante, en su segunda estancia los cuadros tienen un estilo cubista, con juegos de perspectivas, colores austeros, y motivos más sencillos, además de los típicos cubos vanguardistas. Entre los paisajes rurales, también destacan los retratos de Fernande y las representaciones de las fiestas de Sant Antoni.
Algunas de sus obras más famosas son Casas sobre la colina, Horta del Ebro (1909), donde destacan los tonos grisáceos y las figuras geométricas que determinan el paisaje, y Cabeza de Fernande sobre la montaña de Santa Bárbara (1909), en el cual la figura de su amante se fusiona con la montaña de su entorno. Así, su amor por el campo de Horta se une con el amor hacia Fernande.
Esperamos que te haya gustado este artículo, y que hayas descubierto una faceta muy personal de uno de los mejores pintores del siglo XX.
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