Apuntes de arte

Tres obras pictóricas que muestran las luces y las sombras del París decimonónico

¿Cuánto sabes sobre la pintura del s.XX?

Las incontables obras pictóricas de París, tanto las que alberga en su seno como de las que es protagonista, siguen ensalzando esta ciudad como capital del arte y musa de renombre internacional.

ENC - ESP - Guia #CATPinturaModernista - Text

Dependiendo del momento histórico, el título de «capital del arte» ha ido variando: Roma, Nueva York, París. Todas ellas, más allá de ser el centro de actividad artística por excelencia, han sido también las musas preferidas por muchos artistas. Hoy descubriremos la realidad de la capital francesa través de tres obras pictóricas del siglo XIX, momento en el que era, indudablemente, la gran capital del arte

Auguste Renoir: impresionismo y luz parisina en Bal du Moulin de la Galette 

La alegría y la festividad de los bailes, los cafés y los merenderos son los temas favoritos y la visión del mundo moderno de Renoir (1841-1919), artista rechazado en numerosas ocasiones por la crítica de su época.

En esta obra pictórica impresionista de 1976, Renoir desea plasmar los efectos del tiempo. No le interesa la precisión de una fotografía sino mostrar los detalles que la memoria empieza a olvidar. Como si de recuerdos se tratase, opta por dejar algunas partes más difusas. Lo único que permanece en su obra es la luz, el movimiento y el colorido general

Son diversos los cuadros de Renoir en los que la vida se convierte en un plácido sueño donde solo hay cabida para lo positivo de la realidad. En Bal du Moulin de la Galette, el artista deja lo negativo abandonado en el olvido.  La alegría que inunda la composición hace de esta obra una de las más impactantes no solo de Renoir sino de todo el grupo, convirtiéndose en un testimonio de la vida en el París de finales del siglo XIX.

Modernismo y la parte oscura de París: ¿Por qué no son felices las protagonistas de Interior del Moulin de la Galette de Ramon Casas? 

Ramon Casas y Santiago Rusiñol, amigos y compañeros, compartían no solo la profesión sino la visión del mundo que les había tocado vivir. Aunque el primero fue más optimista que el segundo, plasmaron esta mirada melancólica y pesimista en sus obras pictóricas. 

Casas desarrolla esta tendencia de desencanto especialmente entre 1890 y 1892. El pintor nos muestra la sala de Bal du Moulin de la Galette a través de una paleta fría y oscura, llena de personajes convertidos en sombrías figuras que se deslizan por una pista prácticamente vacía. Ni siquiera Tolouse-Lautrec se acercó a una perspectiva tan entristecida.

Lo mismo ocurre en la obra de 1891 Interior del Moulin de la Galette: no queda nada de la alegría asociada a este salón de baile. La repetida temática de la «Jalouise», los celos, y la figura de una mujer que mira fuera del cuadro en la obra de Casas, ha llevado a los historiadores a descifrar el enigma que esta creación encierra: una misma historia, dos tiempos pero un mismo espacio. La chica de perfil habría descubierto la infidelidad de su amante y  la pareja que se encuentra más al fondo relata la segunda parte de la historia: son el amante infiel que se disculpa y la amada a la que mendiga su perdón. 

Un mismo espacio, tres obras pictóricas, dos artistas, dos movimientos y, sobretodo, dos percepciones muy distintas de un mismo lugar. Para unos, Moulin de la Galette era el epítome de la alegría parisina, la joie de vivre. Solo otros, como Casas, pudieron plasmar el lado más sombrío, decadente y desconocido de este famosísimo salón de baile.

ENC – ESP – Guia #CATPinturaModernista – CTA Post

Quizá te puede interesar...

Deja un comentario

No hay comentarios

Todavía no hay ningún comentario en esta entrada.

¿Vols veure el contingut en català?