Los retratos de Elaine de Kooning

Elaine de Kooning (1918-1989) es uno de los mayores exponentes del expresionismo abstracto americano. Talentosa y librepensadora, destacó especialmente por sus retratos y su capacidad de capturar la esencia de sus modelos en cuadros llenos de vida y con un estilo muy particular.

Defensora del expresionismo abstracto

La neoyorquina Elaine de Kooning, nacida como Elaine Fried, creció expuesta al arte desde pequeña gracias a las visitas que organizaba su madre a museos y galerías de la metrópoli americana. Estudió arte en la universidad y tomó clases de dibujo del que se convertiría más tarde en su marido, Willem de Kooning (1904-1997), pintor de origen holandés. Esta relación marcó su vida, pero también su carrera, ya que priorizó promocionar la carrera de Willem además del mismo movimiento del expresionismo abstracto.

En este sentido, destaca su papel como fundadora de The Club, un grupo de artistas vanguardistas que se encontraban en el barrio de Greenwich Village para debatir sobre arte entre 1949 y 1962. Contribuyó regularmente en la publicación Art News, donde promovía el expresionismo escribiendo reseñas y críticas de arte, especialmente entusiastas respecto al trabajo de su marido. A raíz de su separación en 1957, también trabajó durante breves periodos en varias universidades enseñando arte.

La obra: entre la abstracción y lo figurativo

De Kooning pintó tanto obras abstractas como figurativas. Desde finales de la década de 1940 hasta principios de la de 1980, pintó jugadores de baloncesto usando un estilo vago y expresivo. En 1957, durante su estancia en Albuquerque como profesora de la Universidad de Nuevo México, llevó a cabo una serie de obras representando corridas de toros. Durante los 80 pintó unos cuadros figurativos y orgiásticos bajo el título Bacchus. Con su obra, buscaba aplicar las características y cualidades del abstraccionismo a las figuras.

Aunque siempre fue una firme defensora del expresionismo abstracto, su faceta más conocida es la de retratista. La pintora neoyorquina pintaba personas para divertirse, a menudo de su familia, pero también de su cercano círculo de artistas, entre ellos los poetas Frank O’Hara y Allen Ginsberg, la coreógrafa Merce Cunningham, o incluso su marido Willem de Kooning.

En lugar de buscar el realismo, las obras de Elaine capturan la esencia del retratado a través de su posado o las características principales de su físico. Su modo de trabajar era con trazos rápidos y libres, casi esquemáticos, pintando con colores vívidos que se salían de la raya. Utilizando los principales rasgos de las caras, era capaz de retratar las personas de forma que eran instantáneamente reconocibles con un simple vistazo.

El retrato de JFK

Los retratos de Elaine de Kooning fueron muy admirados durante su vida, y su prominente figura dentro del expresionismo abstracto la erigió como representante del movimiento. Es por eso que, además de por su fama de trabajar rápido, en 1962 se le hizo el encargo más importante de su carrera: retratar a John F. Kennedy, el presidente de los Estados Unidos. La elección de la artista neoyorquina para esta tarea fue poco ortodoxa, tanto por su estilo como por el hecho de ser mujer.

En diciembre de 1962 pasó varios días esbozando al presidente, en distintas posturas y situaciones, mientras este trabajaba con su equipo. Además de los múltiples bocetos, de Kooning se rodeó de recortes de periódicos y publicaciones con la foto de JFK y nunca perdía la oportunidad de dibujarlo cuando lo veía en la televisión. Pasó meses trabajando obsesivamente en el encargo, buscando la representación perfecta del presidente. Cuando JFK fue asesinado en 1964, la pintora dejó de trabajar durante un año.

El resultado final de este proceso fue el retrato que de Kooning buscaba. No es un retrato presidencial convencional, no exuda autoridad ni poder. Captura la esencia del presidente fallecido sentado con las piernas cruzadas pero sin estar rígido, con una gran vivacidad que acentúan los colores azules y verdes de la paleta. El rostro muestra el gesto característico de JFK y la capacidad de de Kooning de reflejar la semejanza de sus modelos. En definitiva, capturó un vistazo del presidente para la posteridad.

Elaine de Kooning fue la gran pintora del retrato expresionista. Su abnegación por promover el arte y el movimiento del que formaba parte, además de su magnífica obra, la erigieron como representante del expresionismo abstracto americano.