Le Corbusier, además de su gran legado arquitectónico, creó una gran variedad de pinturas, grabados y esculturas. A continuación, te hablaremos de la relación de Le Corbusier y sus dibujos con su obra arquitectónica.
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Le Corbusier y sus dibujos: una pasión que nació antes que la arquitectura
La pasión de Le Corbusier por la pintura y el dibujo comenzó antes que su trayectoria como arquitecto. De hecho, a los 13 años ingresó en la Escuela de Artes de La Chaux-de-Fonds. Fue su profesor Charles L’Éplattenier quien le inculcó la inquietud por la pintura y, posteriormente, por la arquitectura.
Sin embargo, aunque la arquitectura fue su principal actividad, nunca dejó de lado su afición por la pintura y el dibujo. Para Le Corbusier, esta disciplina no era una simple herramienta: era un laboratorio plástico, que le servía para experimentar con sus ideas y con las posibilidades de sus obras arquitectónicas.
De planos de viajes de juventud hasta el purismo
Durante su juventud, Le Corbusier hizo varios viajes por Europa en los que creó gran cantidad de bocetos de edificios emblemáticos. A partir de ellos, llevó a cabo un análisis que sería clave para todo su trabajo arquitectónico posterior.

Sin embargo, su obra pictórica no se limitaba a dibujos técnicos: Le Corbusier desarrolló un estilo colorido, conceptual y vibrante que para nada tenía que ver con su estilo arquitectónico. Sus inquietudes pictóricas se relacionaban con la abstracción aunque, principalmente, su objetivo era profundizar en la relación de los objetos y personajes en un espacio, un principio que también tenía muy presente en su faceta de arquitecto.

Dentro de su obra se observan ciertas similitudes con el cubismo sintético de Juan Gris y Picasso. Eso sí, no se acababa de identificar con esta corriente artística: en 1918 publicó junto con el artista Amédée Ozenfant Après le cubisme, un manifiesto en el que se definen las bases del purismo, un nuevo estilo que suponía una evolución del cubismo y prestaba una especial atención al orden compositivo y a la rigurosa estructura geométrica.
El Modulor y la obsesión por la figura humana
Durante los años 30, el tema central de Le Corbusier fue la figura humana. Sus obras eran trabajos muy expresivos, con contornos muy depurados que muestran rostros, manos y pies que se sobreponen los unos a los otros y, en ocasiones, aparecen deformados.
Además de la propia reproducción pictórica, Le Corbusier desarrolló una especial obsesión con las proporciones y medidas del ser humano. Tal era así que investigó hasta dar con su propio sistema, el primero que se llevaba a cabo desde el Renacimiento. Se trataba de El Modulor, que gozó de un gran éxito y se agotó rápidamente.

La importancia de los croquis explicativos para Le Corbusier
Le Corbusier y sus dibujos eran una constante: para él, significaban un medio de comunicación con el que representaba su visión del entorno. En este sentido, sus dibujos didácticos o croquis explicativos le servían para expresar sus ideas y hacer realidad sus propuestas teóricas.
Aunque se tratara de dibujos para proyectos y planes urbanísticos, Le Corbusier siempre llevaba a cabo representaciones muy elaboradas, con un trazo limpio y presencia de personas y elementos naturales.

Para Le Corbusier, sus dibujos y pinturas eran mucho más que un pasatiempo o un medio para desarrollar su arquitectura: le servían para recopilar información, analizar y poner en práctica ideas sobre temas que le interesaban. ¿Conocías esta faceta del famoso arquitecto?
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