El violín de Ingres (1924) es una de las obras más conocidas de la fotografía surrealista. Su autor, Man Ray (1890-1976), la creó desde su admiración por los cuadros del pintor francés Jean-Auguste-Dominique Ingres a la vez que con una clara intención de parodiar y jugar con la tradición que le precedía. La fotografía contiene muchas capas de significado y referencias que la convierten en un homenaje a la vez que una parodia.

Índice de Contenidos
Man Ray, experimentación y arte
Man Ray, nombre artístico de Emanuel Rabinovich, nació en Filadelfia en 1890 y se formó en su país natal en arquitectura y mecánica, aunque en 1907 empezó su carrera artística dedicándose a la pintura. Fue uno de los inauguradores del movimiento dadá en Nueva York en 1917, junto a Marcel Duchamp y Francis Picabia.
Más tarde, se trasladó a París, donde entró en contacto con el surrealismo. También, por ese entonces, empezó a trabajar como fotógrafo para mantenerse. Retrató a los principales representantes de las vanguardias, como Pablo Picasso y Joan Miró. La fotografía le permitió un nuevo campo de experimentación y hasta inventó una nueva técnica, el rayograma, para la cual no necesitaba cámara sino un papel sensible que se impresiona a través del rayo de luz de la ampliadora.
También destacan sus ingeniosos ready-mades, como Regalo (1921), Objeto perdido (1923) y sus colaboraciones en películas experimentales como Anemia Cinema, 1924, con Duchamp y L’Étoile de Mer, 1929.
Las capas de El violín de Ingres
En francés, existe la expresión popularizada en el siglo XIX que se refiere al hobby de alguien como su ‘violín de Ingres’. Proviene del curioso dato biográfico sobre el pintor Jean-Auguste-Dominique Ingres, famosísimo por obras como La gran odalisca (1814), que tenía una segunda pasión artística, la de tocar el violín.
Man Ray no era solamente un gran admirador de la obra de Ingres, también tenía un particular sentido del humor y quiso utilizar esta expresión popular como homenaje al maestro. En la fotografía El violín de Ingres (1924) aparece, desnuda y de espaldas, la modelo Kiki de Montparnasse con un turbante parecido al de la odalisca de Ingres.
Su cuerpo está alterado con unas formas que remiten a las efes de un violín, por donde sale el sonido de la caja de resonancia, sugiriendo al espectador que las curvas de la modelo parecen las del instrumento musical. La obra y el título objetivizan la mujer, calificada como ‘pasatiempo’.

Ingres fue muy polémico en su época por su explícita representación del desnudo femenino en La gran odalisca (1814) y menospreciado por la distorsión del cuerpo según su propósito artístico. Un siglo más tarde, los vanguardistas estudiaron y admiraron el trato de la anatomía humana del pintor.
Man Ray le rindió homenaje, o lo parodió, según se mire con una serie de fotografías. Añadió en el cuerpo de la modelo conceptos surrealistas como el de la metamorfosis, a la vez que fue capaz de expresar su particular humor y visión artística. Es, sin duda, una obra con muchas capas de significado y referencias.
No hay comentarios
Todavía no hay ningún comentario en esta entrada.
Deja un comentario